Balada del adiós a la llanura
por César Carlos Bustos
(1er. premio compartido, Concurso Banco Hipotecario Nacional, 1986.)
Cuando digo llanura,
un viento ancestral sacude mis arterias, mis ardores,
y un oscuro milagro, una sal de otros días me convoca
con cenizas de sueños apretados creciendo en la memoria
de tanto lar antiguo galopado.
Tus resinas,
me conducen el canto, me sostienen
como madre perenne, como un grillo perdido en tus verdines,
oh llanura sin fin, luciérnaga de azul noche encendida.
¡Anduve por tus lares,
cabalgando querencias con dulces paraderos de malvones,
caseríos perdidos en la pobre ceniza de los lentos poblados,
contemplando tus cosas y esos seres tan simples coronando
tus voces de bordonas, mangrullos de dolor y aguadas tristes!
Ya me hablas, heredad, de tantas lunas y entresueños perdidos,
de tanto nombre y rastrillada oscura, oh siempreviva,
como alas de pampero y montonera,
allí en tu luz horizontal alzada hacia los cuatro rumbos,
para aventar sus ídolos y sombras.
Cuando nombro distancias,
digo vigilia fiel alumbrando el silencio
y es un Sur que demora mi frente para el salmo,
en esas intemperies creciendo en las memorias y los olvidos.
¿Quién llama por allá, por las tinieblas,
sino es el puro misterio que se empina entre luceros
pulso adentro de linfas y rocíos?
Veo jagüeles, postas, osamentas ardidas, luces malas,
y lentos arcoiris en desvelo, instalado en mi piedra,
donde aprendo a lavarme de antiguos maleficios.
Educado en tu luz, en tu aureola de sueños y horizontes,
miro otra vez tus cosas cotidianas
y también el ayer, su antigua hechicería desangrada
con sahumerios de contraria sombra.
¡En un friso doliente de azules estertores fantasmales,
entre cirios de llanto,
pasan chasques livianos, fortineros, hordas mayorales,
pasan galeras de neblina, sementales de fuego en contraluces,
malones encendidos por el viento, y los perfiles
de algún oscuro postillón sin rostro!
¡Moharra antigua del tiempo, cornucopia del Sur
te inauguro en el canto mojándome en tus aguas paternales!
Allá quiero volver, a tu origen de ocultos diapasones,
lavado en tus memorias como un cardo perdido en la llanura,
o en brocales de muerte y despedida.
Me voy... me voy... Adiós distancias, adiós a praderías,
ya mi boca está ciega para el canto.
¡Dejadme un día descansar seguro allá en tus pliegues
con cenizas de sueños apretados,
bajo un mapa de estrellas en desvelo
y el pulso clausurado para el mundo!