Poema con gatos
por César Carlos Bustos
A la memoria de Beppo,el gato de Borges.
Como duendes altivos de otro mundo aparecen los gatos,
detrás de las malezas, en un rincón cualquiera de la casa
viniendo desde lejos, quién sabe de qué reinos ignorados y antiguos,
heredando en sus ojos amarillos el eterno misterio de su estirpe.
Ah, los gatos,
silenciosos y alertas, Baudelaire los amaba,
acariciando el lomo que se arqueaba chispeante
con suaves ronroneos.
Con sus cuerpos elásticos se mueven silenciosos
tales dueños del tiempo y de la noche.
La penumbra los llama y en su hondura destacan
el relumbre de ágata que esparcen sus pupilas.
La luz lunar los baña, los dibuja tan quietos en sus buidas siluetas,
allá por lo alto de los muros...
Tan calmos y pacientes en su oscura molicie,
pero a veces, a veces el amor o los genes los convocan de pronto,
como un fiero llamado de la especie, una extraña estampida
de la sangre, una explosión de adrenalina, nadie sabe, pero al segundo salen
como una exhalación buscando a la pareja.
El sitio es el tejado, por allá es el encuentro,
allí es donde se miran sin previos devaneos amorosos,
para ver quién empieza la íntima contienda. Hay maullidos,
brazuelos levantados, amenazas con dientes, arañazos, bufidos,
corridas repentinas, saltos, esquivadas, y el enlace final en un ovillo espeso
con rodadas y esos pelos con piel dispersándose en el viento.
Todo armando una extraña batahola que despierta la casa.
Hasta que luego el tiempo,
tan moroso los aquieta,
en unas treguas largas, indolentes, en que nadie percibe su existencia,
cuando se acercan al calor de los fogones de la cocina familiar,
donde van componiendo de nuevo ese perfil doméstico y sereno
paseando en leves rondas, acariciándose en nosotros,
que alentamos su sombra y su misterio.