Las mujeres de Poe
por César Carlos Bustos
Altivas y celestes criaturas,
vuelven de un sueño inmemorial y ardiente,
las mujeres de Poe.
Atravesando sombras como un alcohol morado
entre delirios vuelven,
testigos taciturnos de aquel ser tan caviloso y hondo,
cubierto ahora con el azul olvido de los calendarios.
Vuelven del limbo que retuvo sus lánguidos contornos
cual un doliente friso del empíreo infinito.
¡Qué azar tan fascinante el de acercarse a Poe,
contemplar la figura de aquel hombre de luto
con mirada tremenda de aedo poseído por la noche,
y escuchar esa voz de extraña resonancia que recitaba "El Cuervo".
¿Quiénes eran, qué buscaban del doliente poeta
laudanizado y pobre, perdulario inocente con halos milagrosos?
Nadie lo supo nunca, sólo que al nombrarlas una tarde cualquiera,
el bohemio las hizo comulgar con lo eterno,
les obsequió la pócima escondida que quemaba sus días,
la mandrágora oscura de sus sueños,
sus treguas indolentes y en declive de amargas pesadillas
que habitaban sus sienes en aquelarre inmenso!
Allí estaban: eran Virginia, Helena, María Luisa, Anabel,
Eleonora... tanagras tutelares o Aspasias desveladas
flotando entre los ecos de musicales frondas.
¡Conjuradas y fieles hasta el llanto
vuelven de un sueño inmemorial y ardiente
en celeste concierto de ternura, trayendo entre sus manos
la máscara insondable del poeta!