Viejos retratos
por César Carlos Bustos
En un viejo cajón, perdidas, polvorientas,
hallé estas remotísimas imágenes
que nadie, nadie ya conoce
en sus grisáceos óvalos violetas.
¿Quiénes son estos seres
que en un lejano día sostuvieron
tal vez un cuerpo cálido
o una inocente esbeltez sobre la tierra?
Tal vez ellos nunca imaginaron
perpetuarse en ese lento vacío de las fotografías
y estar allí sumisos,
acechando aún con ojos asombrados, presos
en grises cartulinas, esperando
no se sabe qué cosa en sus quietas posturas
de eternidad y sueño.
Hubo tal vez mudanzas, incendios, destrucciones
y otros desastres en el tiempo,
pero ellos se han salvado,
están allí, los veo, son las viejas anónimas estampas
con sus huecas miradas de ceniza.
Es inútil ahora
contemplar hacia atrás en el tiempo,
hundirse en la paciencia de evocarlos,
si ya cuando era niño los veía
y ya eran tristes, ignorados objetos
que la familia había marginado
al fondo de los últimos desvanes.
Por eso yo presiento que algún día,
sin que nadie lo advierta, se harán polvo
y no ha de quedar de ellos nada, nada,
igual que estas huérfanas palabras
que van hacia el olvido.